Historia.

Son las tres de la tarde, yo sentado con un café en la mano, el cual ya está frío por esperarte, por contemplar toda aquella historia en mi celular.
Recordando aquellas noches y amaneceres a tu lado, nada podrá cambiar el presente que me agobia. Me haces tener ratos de irá, momentos de dolor y otros tantos más de desesperación, por eso hoy salgo a correr para liberar toda esa tensión. 
 
Pongo la música de la radio y al despertar me doy cuenta que estuve tres horas frente al monitor tratando de desahogar todo este sufrimiento en letras y versos. Lo único que he conseguido es mantener la agonía que vive dentro. 

Prendo un cigarrillo, la luz que me alumbra en las noches. Sé bien que no te gustaba que fumara, que oliera a tabaco. Me despreciabas, me evitabas; me dabas la vuelta para no besarte y abrazarte. Tal vez no era el cigarro el que provocaba tu distancia, fueron esos momentos donde yo no estaba, donde yo no cumplía. Fueron todas esas noches donde yo solo veía por mí. 
Pero no sabías que eres la única que ha entrado a mí vida, porque contigo compartí más que una cama, fue más allá de los gemidos que llegamos a pronunciar. Porque en tus ojos pude ver la inefable persona que llegarías a ser.
Más de mil cualidades te ví, toda una princesa que llenabas el resto de mí. Con esas risas, tus encantos, tu piel que me cubría por las noches y tus caricias al despertar. 
Esa historia, nuestra historia, pensaba que no tendría final, que todo sería para siempre. Sinceramente yo no estaba preparado, mi egoísmo, mis emociones y en total todo lo que “era”. Nunca platiqué del amor, no lo había sentido, simplemente era un niño jugando a amar, donde nuestros andares se acoplaban, porque no tenía sueños, porque todo era pasajero, porque aún tenía miedo. 
Amor rogamos e imploramos, dudas, engaños, mentiras. 
Nuestra relación pasó a ser una guerra, donde luchamos y defendimos nuestros ideales, quisimos recibir más de lo que dábamos a la otra persona. Esa guerra duró meses, trajimos desgracias y rencores, donde el hambre por el amor nos separó. 

Como esta historia muchas más se han de narrar, donde alguno de los dos sale lastimado, donde recorren los pasajes del sufrimiento, lamentos de haber conocido, de haber coincidido. Porque nada es eterno pero aún así lo creemos, nos esforzamos y entregamos cada parte de nuestra alma. 
Deja prender otro cigarrillo, al fin y al cabo ya no estás más a mi lado, con el humo estoy expulsando poco a poco esa vida, nuestra vida. Deja seco mis lagrimas ya que he llorado bastante por un dolor que no vale tanto. Y no hablo de tu amor, sino del mío porque simplemente no estaba preparado. Ahora me duele que ya no estés a mi lado, que caminaremos por sendas separadas.
Con mi café ya casi por terminar, aún con mi cigarro en la mano, el reloj marca las tres de la mañana.

                                                          Daniel H. Garcia.



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